martes, 18 de septiembre de 2007

Vértigo en el parque (y afuera)

Dos veces me subí a una montaña rusa, la primera fue en el Ital Park, hace muchos años. Montaña rusa de escaso vértigo, sobre todo porque desconocía el futuro. Juré no hacerlo nunca más, la pasé taaaaan mal. Sin embargo, hace pocos años permití que me convencieran y me subí a una montaña en el Parque de la Costa. Nooo, esa no. La otra tampoco. Una que tiene su recorrido sobre el agua. Cómo será de inofensiva que ni siquiera encontré una foto, si hasta tenía permitido subir mi sobrina de cinco años! Dije que me daba miedo, no me creyeron, acepté subir. ¿Qué hago acá arriba?, me preguntaba mientras deseaba que la vuelta no se reiniciara. Mi garganta no obstruía mis gritos y cuando por fin frenamos, me costó desprender mis manos de la barra. El único alivio fue la salpicadura en un día de verano porteño (aunque era en Tigre).




En mi vida cotidiana también suelo sentir vértigo sin necesidad de subir a las alturas o de bajar bruscamente. Por ejemplo, sentí vértigo cuando comencé este blog; sí, este inofensivo blog me provocaba vértigo (una de las razones del nombre). En estos casos no aplico la misma regla que con las montañas rusas. Uso el vértigo como pulsión. Claro, no soy tan arriesgada. Me lanzo sujeta a una cuerda, como en bungee jumping, o colgando de un parapente.

El Paseo por el parque de las TICs también me provoca vértigo. Aclaro: antes de comenzar, cuando comenzó y ahora. También sospechaba que iba a experimentar esa sensación de estar planeando (que en mi vida física nunca experimenté en el aire, pero sí en el agua). ¿Acaso, por ejemplo, Iván y Jaime no comenzaron a planear?







Photos:
by audrix

by sdpitbull


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6 comentarios:

  1. Hola Gabriela:
    si es por vértigo, parece que es uno de los aderezos de la vida humana: Fijate: Uno se muda a otra ciudad, se va a dormir con una persona a la que apenas conoce, tiene hijos y se esfuerza por criarlos, va al psicoanalista, toma créditos que espera poder pagar, cree en las promesas de los políticos... La verdad es que subirse la montaña rusa siempre me pareció un juego de niños...
    ja-je-ji-jo-ju (como hace Jorge Luz, imitando a una locutora)
    Un abrazo
    danielk

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  2. Hola Gabriela: La visita en los parques y especialmente en las montañas rusas dan sí muchísimo vértigo.Pero pensando bien en esa experiencia vertiginosa, no lo es tanto como la vida misma, que todos los días nos provee de nuevos momentos, los cuáles debemos transitar siempre con mesura y sin nada de vértigooooooooo.
    Un abrazo y nos estamos leyendo.

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  3. Muy lindo tu blog!...mucho vertigo, a mi no me gustan las montañas rusas les tengo mucho miedo....Leí tus otros posts muy interesante tu experiencia en clase. nos leelos y escribimos :)

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  4. Ah!, profe! qué lindo es lo que cuenta Ud.!
    Yo ,más que vértigo, me sorprendo ante mi tangible ... (debiera escribir una palabra poco santa y muy argentina pero digamos "kuiqui"). ¿Se entiende?.
    Estoy colgada al reloj con una mano y cantàndole la vieja canción de Antotnio Prieto:"...Reloj no marques las horas..."
    Quiero estar y pasear con absoluta tranquilidad, pero no; voy de sobresalto en sobresalto, como en la alfombra màgica de Carlos Paz.
    Saludos, amiga.

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